Odio constructivo

el camino del amor, la sensibilidad y la autoayuda

26.3.05

 

Subí que te llevo

Odio que los taxistas siempre quieran imponer una ruta alternativa. Odio que siempre quieran tener razón cuando no existe posibilidad de que así sea, ¿para qué seguir por Gascón hasta Soler, si por Avda. Córdoba es más rápido? ¿o me vas a decir que no sabés que por Soler tenés lomos de burro, bocacalles, y más semáforos descordinados? Odio que a la vuelta quieran seguir por Oro hasta Paraguay, cuando por Avda. Santa Fe es más rápido. Odio que quieran doblar en Hidalgo, y de ahí derechito hasta Avda. Alberdi, cuando todos bien saben que por Rojas la encontrás dos cuadras después de Rivadavia, y no a cuatro como sí a su manera. Odio, además, que quieran imponer una charla entre ellos y el cliente, cuando uno hace denodados intentos por concentrarse visualmente en cualquier lugar excepto en el que ellos se encuentran. Odio, todavía más, que tales charlas sirvan para que apoyen el brazo derecho sobre el respaldo del asiento del acompañante y mirarte cuando debieran concentrarse en lo que hay por delante. Odio que, para colmo de males, tales actitudes parloteantes sirvan para que en lugar de llevarte rápido a destino, te saquen de lento paseo. Odio que, encima, cuando les pedís que se apuren un poco, tengan el tupé de preguntarte "¿estás apurado, pibe?". Odio no haber contestado a más de uno que se lo merecía "sí, estoy apurado. Caso contrario me hubiera tomado el mateo de Carozo y Narizota". Odio, sobretodo, que insistan en demostrar que los taxistas son la culminación filosófica de cinco mil años de civilización occidental, y como tal, pretendan saber más, siempre más de lo que el pasajero pueda saber, en el propio campo de saber del pasajero, así sea este físico, carpintero, periodista, herrero, médico, contador, diseñador, abogado, comerciante, o programador. Odio haber dado todos y cada uno de los oficios anteriormente mencionados como respuesta ante la sonrisa casi siempre picada de algún tachero, y odio haber siempre recibido la misma actitud siseante y sobradora de su parte. Odio la pregunta que siempre, indefectiblemente formulan, así les pagues casi exactamente lo que marca el reloj: "¿no tenés más chico, campeón?". Pero al menos el último se llevó lo que merecía, y todavía, veinte minutos después, debe estar intentando comprender qué quiere decir: "no, fierita, liendre, titán, máquina, pus..; todos los billetes son del mismo tamaño".

|

<< Home