Odio constructivo

el camino del amor, la sensibilidad y la autoayuda

19.4.06

 

Positruchismo ilógico

Odio al positivismo. En todas sus cómodas y repetidas presentaciones, ya sea en forma de libro, estudio empírico, gragea, pantalla o supositorio. Odio, en general, a todas las fábulas científicas positivistas y sus extremos comprobables desde el Círculo de Viena y Carnap totalmente fumado en adelante. Odio a todos y cada uno de sus axiomas no sólo por lo contradictorio de su no contradictoriedad, si no por la estructura (casi siempre funcionalista) que edifican. Odio sus discursos llenos de subterfugios y supuesta objetividad. Odio, ejemplificativamente, que la televisión se haya transformado en una infame repetidora de ideas neo-positivistas a través del discurso forense. Odio esa idea que postula que la determinación de la verdad histórica se reproduce con una huella dactiloscópica, un cacho de A.D.N., una gota de saliva, un nanogramo de suero de sangre, una marca en la epidermis, y cuando los posi-guionistas se empiecen a quedar sin ideas, con un pelo del orto o hasta un moco encontrado debajo de la silla, escatología aparte. Odio la geométrica escala con que esta calaña de programas, ya sea supuestamente de ficción, o "de realidad" se propagan por la televisión, sembrando la trasnochada idea de que únicamente existe lo comprobable empíricamente, y peor aún, que lo que se tiene por establecido en un laboratorio constituye una realidad indubitable. Odio, además, que dichos programas adjudiquen al señor científico positivista una moral incorrompible y una bondad inherente del estilo ayudo-a-las-viejas-a-cruzar-la-calle-porque-sí, como herramienta para impedir el cuestionamiento del valor de verdad de sus comprobaciones empíricas. Odio, por otro lado, la propagación positivista a través de la publicación de serios estudios de alguna Universidad yanqui o europea (dicho concepto de Universidad forma parte de otro odio, mucho más... ¿temeroso?) que importan la determinación de realidades incuestionables y que las más de las veces no quieren decir nada más que lo nominal de sus resultados. Ejemplificando; afirmaciones tales como "según un estudio reciente, el omega-3 presente en pescados y frutos de mar beneficia el carácter" (¿qué carácter, liendre?) o bien "un estudio realizado en la Facultad de Medicina de Monastir ha revelado múltiples virtudes múltiples especificas al aceite de oliva tunecino..." (¿virtudes? ¿toca el violín?) o bien "tocar un instrumento disminuye el stress según un estudio reciente". Complicándola más "recientemente se ha demostrado que el sentimiento de calma y la visión de luz de las personas que experimentan un estado cercano a la muerte podría deberse al sistema de ensoñación de la mente que se introduce en el estado de vigilia" (¿entonces Sueiro tenía razón o no?) o peor "un estudio reciente ha demostrado que el estrés que una pareja casada típica siente durante una discusión ordinaria de media hora es suficiente para retardar la capacidad de sus cuerpos de curarse de heridas durante por lo menos un día" (Sí, sí. Tenés razón, mi amor) ... y así. Odio que para tales determinaciones, literalmente se introduzca la cabeza (con cerebro incluído) del objeto-sujeto de estudio en un escaner y se lo pinche o se le hable o se le haga escuchar Ricky Martin o Shakira o algún otro estresador mental del estilo y se mida las reacciones y a partir de ahí se saquen conclusiones científicas. Já, sí. Ciencia; ¡¡eso es ciencia!! Eso es ciencia para el nuevo positivismo. Y por eso odio al positivismo. Odio, también, que más de cien años después, el positivismo siga siendo, en definitiva, tan burdo como cuando Lombroso medía cráneos de internos penales y a partir de ahí encontraba causas. Ahora miden las reacciones, las ondas cerebrales. Odio que sigan siendo los mismos carniceros de siempre, sólo que ahora tienen aparatitos más complejos, y más chiquitos, y, como decían los Monty Phyton: máquinas que hacen "ping!". Odio que en definitiva se trate de eso; de poner en uso aparatos cada vez de menor medida, porque en cuestiones de tecnología, el positivismo invierte el adagio popular, y por tanto, cuánto más pequeño, mejor. Odio al positivismo. Y ya se sabe, lo importante no es el tamaño, si no tener un positivista a mano que te diga por qué

7.4.06

 

Turco

Odio que te hayas ido el domingo y no poder explicar ni entender tanto dolor.
Debería bastarme con saber que no quedó entre vos y yo un *te quiero* por decirnos, ni un abrazo o un beso por darnos...todo nos lo dijimos estos meses que compartimos tanto.
Pero hay momentos en que te extraño a morir, aún cuando constantemente me dibujás una sonrisa que disfruto sola al recordarte, así como sola y teniéndote te lloré a escondidas, mientras me bañaba, al irme a dormir, cuando manejaba...con la esperanza de un milagro hasta octubre pero con la certeza que dan las fechas de vencimiento.
El vacío es menos vacío por haber compartido casi 38 años con vos. La riqueza de tu vida, de tu experiencia, toda esa integridad, esa fuerza y esa coherencia. Tan de hacer siempre lo que quisiste, y de querer siempre lo correcto. Tan de no transar nunca, y de nunca vender uno solo de tus ideales.
Si muertos son los que se olvidan, vos sos inmortal, papá.

14.12.05

 

Despertares

Odio esa sensación de temprana catástrofe que tarda aproximadamente dos nanosegundos en manifestarse con los ojos bien abiertos, y la inmediata y plena consciencia de que uno debió haberse despertado antes. Odio los segundos posteriores que se gastan en averiguar el por qué de tal despertar tardío, rogando a un dios inexistente o cuando menos aún dormido, que la culpa pueda ser atribuída al reloj que no anda, a las baterías que se agotaron, a la corriente eléctrica que no circula. Odio la acumulación y duplicación de velocidad de las tareas que prosiguen al despertar tales como atar cordones de zapatos con un cepillo dental en la boca. Odio los renunciamientos intrascendentes que se efectúan para aminorar la culpa, tal como dejar el café para el trabajo. Odio el viaje posterior, porque uno no puede quitarse esa sensación de irresponsabilidad de la cara, ni evitar pensar que todos cuantos nos miren están juzgando nuestra miserable irresponsabilidad, identificándolos con quienes más tarde plantearán las consecuencias, discusiones, planteos y retos. Odio que situaciones como la aquí descripta se repitan por temporadas. Pero más que nada odio esta certeza de ser las tres de la mañana, tener poco sueño, obligaciones matinales, y no tener un despertador.

1.12.05

 

No será amor, pero.

Odio los celos exacerbados que no se terminan de expresar; el afán de posesión incontrolable y consistente; la mediocridad del juego de las mil conjeturas cuando el sujeto objeto del deseo está fuera de la mira; las infinitas formas de manifestar la ansiedad de la espera (desde la angustia oral hasta la automutilación de sacarse granitos); los esporádicos raptos de autocompasión en intermitencia con momentáneos lapsos de razón omnipotente; la facilidad con que se instala la calma gracias a pequeños y azarosos signos; la incapacidad para dominar la angustia y los infantiles esfueros para lograr una apariencia de equilibrio, aceptación y seguridad que están tan lejos de ser reales como Mercurio de Andrómeda. O más.
Odio mirarme al espejo, algunas veces.

25.11.05

 

Estigmas profesionales y linkeables

Odio profunda y profusamente a una de las declaraciones políticas de los últimos tiempos más adolescentemente frecuente en cierto público. Una que consiste en tirar manduyos tales como "odio a todos los abogados", o "no hay nada peor que los abogados", o "nunca saldría con un abogado", o "sería una buena persona si no fuera abogado", u otras similares; o por lo menos, con similar carga emotiva y despectiva. Odio que las más de las veces, la declaración no viene acompañada de explicación o fundamentación alguna. Un tanto porque no tiene explicación, y otro tanto porque ella es bastante deficitaria, o por lo menos, digna de un berrinche de pendejo camuflado de seria reflexión adulta. Sepanló; los abogados no son ni más ni menos que meros intermediarios en un conflicto. En un conflicto que uds. mismos, oh insolentes declaradores, se generaron a partir de su propia incapacidad de resolver las cosas pacíficamente. Odio que no sepan darse cuenta de que el trabajo de un boga no es más ni menos que la continuación de una negociación en la que fracasó el propio interesado. Odio que no tengan la mínima capacidad de sinapsis como para tomar conciencia de que las actividades del abogado son una mera extensión de la voluntad de su cliente. Y esa voluntad no siempre es la más grata; a veces, muchas veces, está teñida de otros odios (odios no tan constructivos como este, claro está), miserias, rencores, etc... Entonces..., por supuesto, estos miserables declarantes no tienen mejor opción que transferir su propia incapacidad con base en una moralina de cuarta y no hacerse cargo de sus propios pecados. Así..., claro, "todos los abogados son mierda, y nosotros, los pobres e indefensos clientes, sus víctimas". Odio, por tanto, que estos seres semi-despreciables no sean capaces de aplicar la misma lógica oculta de morondanga a otras profesiones, y afirmar, por ejemplo, que todos los psicólogos son mierda porque su trabajo es intentar decir el contenido de nuestro inconsciente y cuando lo dicen..., claro, cómo va a ser uno el insensato del capirote neurótico obsesivo lleno de fobias sociales; o que muchos políticos que ejercen funciones públicas con actos de corrupción merecen el infierno, porque de alguna forma, quieran o no, reflejan el paupérrimo estado de ciertos valores morales sociales; o que los periodistas que se desgarran las papeleras buscando delitos y condenas a troche y moche, porque claro, cómo va a ser uno el miserable pichón de fascista que busque la venganza talionesca para compensar las frustraciones propias. No, claro, la culpa, es de los abogados, nunca propia. Odio preventivamente todos los comentarios que ya se amagan aclarando que no, que el denoste a los abogados viene por tal o tal otra anécdota personal que lo justifica y bla bla bla. Pero más que nada, más que nada en el mundo hoy odio a este ñato que no tuvo mejor idea en la vida que afirmar que ésta página es un "blog rebuenazo de una muje"..., ¿y yo que soy, un transexual reprimido y fracasado, o es que sólo tenés ojos para la Mantis?

12.8.05

 

hacete humo

Odio a la gente que fumó durante muchos años, y dos meses después de dejar, te piden que no fumes adelante de ellos porque el humo les molesta demasiado. Odio a la gente que deja de fumar. Odio a los que fuman y se viven quejando de lo mal que les hace el cigarrillo y cuánto necesitarían dejar de fumar. Odio a los que dicen que no fuman pero en alguna que otra situación social te piden un cigarrillo y se lo fuman cual si nada ocurriera. A los que nunca fumaron, y a los que siempre fumaron y se están muriendo de un cáncer de pulmón no los odio; la coherencia merece ser recompensada.

28.7.05

 

libre albedrío

Odio cualquier tipo de predeterminación. Y más odio a la gente que cree en cualquier tipo de predeterminación. Y no sólo hablo de cuestiones trascendentales que impliquen una visión global del universo. También odio cualquier aceptación miserable y cotidiana de cualquier clase de evento o anécdota impuesta. Odio escuchar frases tales como "debí haber pedido tal otro menú" o "si hubiera elegido tal otra cosa estaría mejor". En general, odio que la idea del arrepentimiento esté tan asociada con la idea de predeterminación. Odio también al arrepentimiento, como concepto general. Odio a la idea del amor a primera vista, y no sólo por la carga adolescente que trae asociada, si no, por sobretodo, por la idea de la imposición de un otro. Odio, consecuentemente, cualquier idea de vocación que no se refiera a las galletitas. Odio, en definitiva, a la idea de la predeterminación porque parece más una excusa para no haber conseguido un resultado querido, basado en cualquier otra cosa que no sea la voluntad, el trabajo, y si se quiere, un poco de suerte. Odio la cantidad de veces que, voluntariamente, la palabra cualquier o sus derivaciones aparece en este apartado.

8.7.05

 

Humorboso y cábala adjunta

Odio no haber dado aún con una buena web de humoradas sobre el 7-M.
Odio la falta de método Al Qaeda: 11-S / 11-M / 7-J. No podían haber esperado 4 días?
Aunque si 11+11+7=29 y 2+9= 11 .... quizás no todo está perdido.

4.7.05

 

Sinceramente... ¿de qué lado estás?

Odio estar del lado de los que no pueden terminar de leerlo.
(click acá)

¹ el autor del cuento es el mismo de *El club de la pelea* y *Chuky*, entre otros.

17.6.05

 

¿Buenos Aires..., eso es Brasil, no?

Odio esa especie de competencia implícita del cine catástrofe jolibudense para ver quién destruye mejor a ciertas construcciones de postal: ¿cuántas veces se vio en pantalla volar al puente ese de San Francisco, o a la Torre Eiffel, o incluso, en menor cantidad, al Coliseo romano? Odio que, siempre, sin excepción, en cada una de esas películas sea mencionada la ciudad de Buenos Aires. Mencionada sí, pero de la ciudad, nunca muestran siquiera una escena. Odio que Buenos Aires sea, justamente por eso, una especie de noticia de un algo lejano, con cierta relevancia gramatical, pero que en definitiva no es digno de transformarse en asequible a la vista..., ¿para cuándo, Sres. Jolibud una volada de Obelisco, o por lo menos de Casa Rosada? ¿O me van a decir que lo único que se les ocurrió es esa patética escena del canto de "La Marcha de San Lorenzo" para festejar el fin de la segunda guerra en la película "Gilda"? Eso sí que es cine catástrofe...