Odio constructivo

el camino del amor, la sensibilidad y la autoayuda

14.12.05

 

Despertares

Odio esa sensación de temprana catástrofe que tarda aproximadamente dos nanosegundos en manifestarse con los ojos bien abiertos, y la inmediata y plena consciencia de que uno debió haberse despertado antes. Odio los segundos posteriores que se gastan en averiguar el por qué de tal despertar tardío, rogando a un dios inexistente o cuando menos aún dormido, que la culpa pueda ser atribuída al reloj que no anda, a las baterías que se agotaron, a la corriente eléctrica que no circula. Odio la acumulación y duplicación de velocidad de las tareas que prosiguen al despertar tales como atar cordones de zapatos con un cepillo dental en la boca. Odio los renunciamientos intrascendentes que se efectúan para aminorar la culpa, tal como dejar el café para el trabajo. Odio el viaje posterior, porque uno no puede quitarse esa sensación de irresponsabilidad de la cara, ni evitar pensar que todos cuantos nos miren están juzgando nuestra miserable irresponsabilidad, identificándolos con quienes más tarde plantearán las consecuencias, discusiones, planteos y retos. Odio que situaciones como la aquí descripta se repitan por temporadas. Pero más que nada odio esta certeza de ser las tres de la mañana, tener poco sueño, obligaciones matinales, y no tener un despertador.

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